Artículo de opinión
ASTRID ÁLVAREZ
Presidenta del Grupo Energía Bogotá
Colombia ha sido una gran productora de energía, y en particular de energía limpia (el 70 % de la generación de energía proviene de las hidroeléctricas). La fortaleza del sector se puso a prueba en 2015, cuando el país quedó abocado a un racionamiento provocado por uno de los más fuertes fenómenos del Niño de las últimas décadas. Para fortuna de todos, y gracias a como está diseñado el sistema, el sector le pudo responder al país.
Eso no quiere decir que no tengamos grandes desafíos. La inestabilidad regulatoria o la falta de garantías jurídicas, por ejemplo. O la situación en materia de licencias ambientales, servidumbres y consultas previas con las comunidades, que se ha traducido en un retraso de 17 meses, en promedio, en la ejecución de los proyectos. Si se siguen dilatando en el tiempo, podrían, incluso, llegar a poner en riesgo el pleno abastecimiento del servicio. A ello se suman los problemas en regiones como la costa Atlántica, que presenta un déficit de obras de interconexión con el interior del país que lleva a un mayor uso de generación térmica, repercutiendo en mayores costos del servicio.
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